Tiene relación con el pan, con la vida, con el deber y con la propia misión con todos los demás hombres y con el Padre de los cielos. Marie Poussepin enseñó a trabajar para ganarse la vida. El trabajo, para ella, es el aporte personal donde el «oficio» de cada hermana a la subsistencia de la comunidad, es proveer por sí misma a sus necesidades. El trabajo le permite, a cada una «participar en la obra común y asistir a los pobres sin ser carga para nadie». Para las hermanas, hoy, el trabajo es un derecho y un deber; es un medio para la autorrealización personal y es una contribución a la humanización del mundo. El trabajo implica una relación hombre – mundo, una relación hombre – sociedad. El trabajo encuentra su significación profunda en la dialéctica «tiempo de trabajo, tiempo de reposo»; esta última, como elemento esencial para la humanización del hombre.